Terence Blanchard

Terence Blanchard

Estilo: Jazz/Swing




Terence Blanchard

Terence Blanchard, compositor de cabecera del cineasta Spike Lee, cuyas bandas sonoras llevan indefectiblemente el sello del músico de Luisiana, y una de las mentes más lúcidas del jazz de los últimos cuarenta años. Su más reciente álbum es “Breathless” (Blue Note, 2015).

Terence Blanchard, trompeta
Charles Altura, guitarra
Fabian Almazan, piano
Donald Ramsey, contrabajo
Oscar Seaton, batería


Terence Blanchard es un músico total, un músico en todas las acepciones del término y en el sentido más amplio de la palabra. En primer lugar por su enciclopédico conocimiento; en segundo por su creatividad como compositor, y finalmente por su dominio de todas las técnicas como intérprete, por la cálida expresividad de su sonido, redondo, suavemente metálico y con un sentido profundo del swing. Nada de lo que se ha propuesto se le ha resistido y cualquier aventura musical que haya emprendido, y han sido muchas, la ha concluido impecablemente. A sus cincuenta y cuatro años acumula cinco Grammys y once nominaciones y es sin duda uno de grandes músicos del jazz contemporáneo. Con un estilo elegante y unos modos personales de frasear, con una articulación moderna, Terence Olivier Blanchard es capaz de moverse con agilidad dentro de la vanguardia y al mismo tiempo no perder de vista sus raíces.

Unas raíces firmemente aferradas a su Nueva Orleáns natal, donde comenzó a tocar el piano a los cinco años, mientras tenía como compañeros de juegos a los hermanos Marsalis. En ese ambiente sus influencias se extendían hacia toda la música negra. “Yo crecí escuchando un montón de diferentes tipos de música. Crecí escuchando Parliament, Funkadelic, Jimi Hendrix, Miles Davis, Clifford Brown, Louis Armstrong, todas esas cosas influyen en lo que yo siento que es mi formación musical”. Una formación exquisita que recibió estudiando en la New Orleans Center for Creative Arts con maestros como Ellis Marsalis, el padre de su amigo Wynton, que provocó en él un amor incondicional por la rica tradición de su ciudad, y en la que influyó también Freddie Hubbard, que lo dirigiría en su tendencia hacia el neoclasicismo. Aunque él siempre se muestra cauto a la hora de definir su camino. “Si tú buscas tu propio ritmo y tu propio sonido, tal vez empieces a crear el ritmo y el sonido de tu generación, y entonces tu música tocará a más gente. La parte más dura de ser un artista es encontrarte a ti mismo, dejar de hacer lo que otros han hecho antes y ser tú mismo. Nosotros no somos quienes definimos lo que hacemos, eso toma un tiempo después de la creación. Yo dejo que los historiadores hagan esas definiciones”.

Con esos planteamientos, es reclamado, siendo aún estudiante, para formar parte del grupo de Lionel Hampton, pero en 1982, cuando tiene veinte años, Wynton Marsalis, que entonces ejercía de trompetista en los Jazz Messengers de Art Blakey, sugiere su nombre como sustituto en la mítica formación. Sobre el gran batería y maestro, Blanchard afirma que “él creía firmemente que para encontrar mi propia identidad musical tenía que componer, e insistía; tenía razón, cuando uno escribe concreta la realidad de sus ideas, si las tiene. Fue un verdadero honor estar en su banda, y que nos pidiera que escribiéramos para él, alentándonos para dejar salir nuestras capacidades. Art Blakey fue también un gran maestro en cuanto a cómo tratar con las personas y cómo mantener todas esas identidades individuales unidas en la banda. Y además era una persona muy humilde”. No tardará en asumir la dirección musical de los Jazz Messengers, donde permanecerá durante los siguientes cuatro años, hasta que funda el formidable quinteto con el saxofonista Donald Harrison. También ha formado parte de los equipos de Wayne Shorter y Herbie Hanckock, productor también de su disco “Flow”, y del que comenta que “fue la primera vez que Herbie Hancock producía un disco ajeno; simplemente nos decía ‘háganlo, háganlo, ustedes son músicos de jazz, vayan e improvisen’ y luego él siempre encontraba la manera de que el resultado tuviera sentido”. Para concluir: “Es un genio”.

En su discografía destaca la abrumadora colección de bandas sonoras, fruto de su fascinación por el cine, y entre la cincuentena que ha firmado, sobresalen las que ha compuesto y grabado para Spike Lee, que no afronta ningún proyecto sin contar con él. Sobre el cineasta, solo tiene palabras de elogio. “Trabajar con Spike Lee es algo muy grande. Él siempre sabe lo que quiere, pero si uno tiene una buena idea apenas tienes que convencerlo. Tiene una habilidad para mover la estructura de las partes dentro del film y encuentra siempre nuevas maneras y lugares donde poner los diálogos, la música y la acción. Una de las cosas que me gusta de trabajar con Spike, es que busca la excelencia en todo lo que hace. Es un tipo que trabaja duro, y hace un gran trabajo de investigación para no fallar una toma. Me recuerda a Sonny Rollins, que cuando pensó que su toque no estaba a la altura, se apartó durante tres años para practicar. Esa es una buena correlación directa entre su cine y el jazz”.

Pero además de las bandas sonoras Blanchard cultiva su labor docente, primero como director artístico de la Orquesta Sinfónica de Detroit, más tarde del Instituto de Jazz Thelonious Monk y últimamente del Instituto Henri Mancini de la Universidad de Miami. Tampoco sus grabaciones al margen de los encargos y, cómo no, sus conciertos en directo por medio mundo. Como aquel inolvidable que ofreció en 2008 en Almuñécar, en un emocionante homenaje a las víctimas del huracán Katrina, con el que dio una lección de jazz con mayúsculas. A aquel mismo escenario volvió en 2013 para presentar el que era entonces su último trabajo, “Magnetic”, su obra más libre en mucho tiempo y un disco que supuso su vuelta al legendario sello Blue Note.

Su más reciente trabajo, “Breathless” (sin respiración), que presenta en directo junto a E-Collective, es un disco que toma su nombre de una frase que se hizo viral en los Estado Unidos, y plasmada en pancartas y camisetas por parte del movimiento que se generó contra la brutalidad policial en el país, después de la muerte de Eric Garner, un negro reducido por la policía en Staten Island y cuyas últimas palabras fueron “I can’t breath” (no puedo respirar). Al trompetista le impresionó comprobar, precisamente dando un concierto en Cloves Lakes Park, en Staten Island, como su música servía para apaciguar las ansias de venganza de esa comunidad, mientras la hija de dos años de Garner escuchaba ensimismada. Aquello le llegó hondo y decidió, mientras se reunía con los líderes de las comunidades afectadas por esta brutalidad, que grabaría sus actuaciones en las ciudades azotadas por las tensiones raciales con el fin de denunciar la impunidad que en su país seguían teniendo tan extremados abusos policiales.

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