La palabra transgresor se utiliza muchas veces para definir propuestas extremas, pero en el caso de Los Ganglios adquiere todo su sentido porque nada parece merecer el respeto de estos iconoclastas con base de operaciones en Barcelona, aunque integrados por dos extremeños, un italiano y una sueca. Musicalmente no entienden ni de fronteras ni de vergüenza, y así mezclan el punk con la cumbia, el techno duro con la ranchera, el reggaetón folktrónico con la balada romántica latinoamericana o la más barriobajera rumba con el tropicalismo… todo desde la más indecorosa bizarría.

Para algunos, se trata del producto más exportable que ha dado la cultura española en lustros y aseguran que el tiempo les dará la razón poniendo su nombre junto al de otros genios hispanos como Buñuel o Picasso, por su ojo clínico para pintar la España contemporánea; por más caóticos que resulten sus planteamientos, más incorrectas que sean sus formas o más oligofrénico y cáustico que parezca su brutal sentido del humor.

Por sus canciones deambulan todo tipo de personajes y situaciones en las que parecen mezclase sin complejos la cultura pop, la vida en el filo de la navaja y el mal gusto: viejos sátiros hipertensos, yonquis escandinavos, odas al VHS, mordaces sátiras a las adaptaciones televisivas de los clásicos de la literatura, noches de sexo que acaban mal, villancicos fuera de contexto, súper héroes enganchados, ninjas, desengaños amorosos de Robocop o cumbias en honor de Félix Rodríguez de la Fuente o el Comandante Cousteau.